Ser madre es la experiencia más compleja que una mujer pueda experimentar. Digo compleja porque es hermosa pero sacrificada. Nos reímos y hay momentos que nos volvemos locas. Ser madres nos enseña a sacrificarnos, a amar sin condiciones, a disfrutar de los detalles de la vida.
Yo quiero estar con mi hijo, no quiero separarme de él, porque quiero verle crecer. No me quiero perder ni un momento importante de su vida. Amo verle sonreír y aprender cosas nuevas cada día. Me encanta escuchar su voz... Simplemente me alegra el día. ¡Y me vuelve loca cuando me dice "mamá"!
He aprendido que de la misma manera Dios me ama, me ama de manera desmedida, sacrificada y permanente. Dios quiere estar conmigo todo el tiempo y así como una madre, quiere verme feliz. Dios quiere verme crecer. ¡QUIERE ESCUCHAR MI VOZ!
Me imagino el dolor que le causamos a Dios cuando nos alejamos de Él, cuando no oramos, porque no escucha nuestra voz. Me imagino el dolor que le provocamos con nuestro mal agradecimiento. Me imagino el dolor que le causamos cuando sufrimos como consecuencia de vivir lejos de Su presencia. Cuando caemos y nos lastimamos por nuestra necedad.
Yo quiero proteger a mi hijo, quiero cuidarlo de personas malas, quiero cuidarlo de que se haga daño; pero sé que un día él tomara sus propias decisiones y yo podré hacer sólo lo que él me permita hacer. De igual manera Dios quiere cuidarnos; pero cuando nos salimos de Su cobertura es poco lo que Él puede hacer por nosotros aunque quiera.
Yo disfruto mucho alimentar a mi bebé... Me hace sentir muy dichosa cuando me busca para que lo alimente, o cuando lo tomo en mis brazos y se calma porque simplemente como dice mi esposo "tiene mamitis". Me encanta saber que mi presencia lo alivia porque me quiere tener cerca. Que simplemente con mi olor sabe que todo está bien... Amo ver su alegría cuando escucha mi voz. Eso mismo le debe suceder a Dios. Proverbios 15:8 dice que "... La oración de los rectos es su gozo". Cuando le buscamos porque necesitamos ser alimentados por Su Palabra, porque necesitamos Su presencia, me imagino Su sonrisa. Me imagino a Dios diciendo "Aquí viene mi hija amada..."
Ser madre me ha hecho ver a Dios claramente como madre también. Él me alimenta, me cuida, me protege, me ayuda a crecer... Me calma con su amor y quiere estar conmigo. Una madre no pudo sacar por ella misma tan grande amor, Dios tuvo que habernos enseñado. Tuvo que poner algo de Él en nosotras.
Yo quiero que mi hijo quiera estar conmigo, quiero que él quiera amarme... De igual manera Dios quiere que queramos estar con Él y amarlo. Yo quiero estar con Dios, necesito Su paz, necesito Su amor, necesito que me enseñe a crecer.
Dicen que nada se compara con el amor de una madre... Nada se compara con el amor de Dios. El Himno a la Madre Hondureña dice: "Porque no puede haber en la tierra una imagen más clara de Dios..."
Definitivamente DIOS TIENE QUE SER MADRE!!!
Pastora y Consejera Familiar