miércoles, 13 de julio de 2016

Cuando los hijos hieren a los padres


Es muy común escuchar historias de cuánto daño pudo haber recibido un hijo de sus padres. Es común oír a un hijo expresar su dolor porque su padre o su madre le marcaron de forma negativa. Es común escuchar frases como “mi madre me marcó con sus gritos” o quizá “mi padre me dañó cuando se la pasaba horas trabajando y no estaba en casa”.

La verdad es que como padres tenemos una inmensa responsabilidad al criar a nuestros hijos. No es nada fácil y siempre se ha dicho que los niños no vienen con instructivo incluido. Nos toca aprender a ser padres a través de los errores, es en el camino que se aprende a ser un buen padre o una buena madre. Lo cierto es que sí… los padres hemos dañado a nuestros hijos. Probablemente les hemos marcado y les hemos lastimado de por vida; pero ¿Qué de aquellos padres que han sido heridos, lastimados y marcados de por vida en forma negativa por sus hijos?

Los padres callan cuando un hijo les lastima. Una madre llora en soledad al sentirse humillada por sus hijos. Pocas veces se escucha decir a un padre “Mis hijos me han lastimado”. Porque los padres “deben” aguantar todo… al menos eso es lo que los hijos piensan. ¿Qué pasa cuando un hijo les grita a sus padres y les hace sentir que todo lo que han hecho no ha servido? ¿Qué pasa cuando una hija se va de casa con el vago que sus padres le advirtieron que no frecuentara? ¿Qué pasa cuando un padre de familia se esfuerza horas largas de duro trabajo para que sus hijos estudien, y estos no valoran ese esfuerzo y reprueban una y otra vez? Todas estas cosas que pasan en el día a día de las familias hieren a los padres.

Un padre y una madre también son seres humanos. Muchas veces creen que están haciendo mal su trabajo como padres y es necesario que sus hijos les digan de vez en cuando “Papi, mami, gracias por todo lo que haces por mí”. También los hijos deben pedir PERDÓN a los padres cuando les han gritado, cuando no han valorado su esfuerzo, cuando han creído que los padres están en la obligación de darles o hacer todo cuanto los hijos quieran, cuando la verdad es que los padres hacemos TODO POR AMOR.

Si tú eres un hijo que nunca se ha puesto a pensar en cómo estará el corazón de sus padres, hoy te invito a tomarte un momento para meditar, para reflexionar en cuántas veces has lastimado el corazón de los que más te aman. Quizá nunca te has puesto a pensar en si ese grito, esa actitud, esa mala cara lastimó a tus padres; pero la verdad es que sí, sí los lastima tu actitud, tus malas miradas, tus palabras hirientes, tu indiferencia. Un día ellos no estarán y si no los valoras sólo quedarán remordimientos.

Ama a tus padres, pídeles perdón y la próxima vez que quieras hacer un berrinche, piensa en cómo tu actitud podría dañarles. Ellos quizá nunca te reprocharán ni sacarán en cara todo el esfuerzo que han hecho para darte lo mejor. Siempre he creído que, si los hijos recordáramos nuestros primeros 5 años de vida, seríamos hijos más agradecidos, más conscientes, más amorosos. Por eso es que se dice que uno aprende a ser buen hijo cuando se convierte en padre o madre, porque hasta ahí nos damos cuenta de todo el sacrificio que conlleva la paternidad.

Aunque los hijos griten a los cuatro vientos el daño que sus padres les han hecho, un padre o una madre guardará silencio ante el dolor provocado por sus hijos, solo por amor.

“Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” Efesios 6:2, 3
Cinthya Jiménez de Yánez
Pastora y Consejera Familiar

lunes, 16 de mayo de 2016

El día que la tierra tembló


A lo largo de mi corta vida sobre esta tierra he sido testigo de muchas situaciones tristes y dolorosas, he sido testigo de un golpe de estado, también del azote de un huracán categoría cinco, de un terremoto categoría siete, de amenazas de erupciones volcánicas, de actos de violencia cotidiano entre muchas otras más.

 No quiero que me malinterpreten no es que me estoy quejando o que mi vida ha sido un constante sufrimiento, tampoco quiero que piensen que tengo el don de mártir.


El sábado 16 de Abril del 2016 el Ecuador sufrió una de las tragedias más grandes en su historia, un terremoto de 7.8 grados, sin duda los efectos fueron desastrosos, fueron cientos las víctimas, y miles las personas que perdieron absolutamente todo, después de experimentar este suceso varias preguntas empezaron a circular por mi cabeza, una vez más me atacaron como cuando en otro momento pase por alguna de estas cosas. Una de ellas fue ¿Qué debería aprender de esta situación?

 La vida misma no sería suficiente para dar respuestas lógicas del porque tanto dolor y sufrimiento a través de las tragedias y fenómenos naturales. Una tragedia como esta no sólo destruye edificaciones y la infraestructura de una nación, sino que también la esperanza y la alegría; hace pedazos el ánimo social. En una situación como esta no hay alegría y júbilo, ya no hay planes a futuro, no hay seguridad; con un cuadro tan desgarrador como este podríamos pensar, que ya todo está perdido y que no hay esperanza.

Conozco esa sensación, esa desesperanza, esa tristeza profunda, ese dolor y esa impotencia al ver tanta necedad y tan poco que hacer; pero pienso que detrás de todo lo negativo, de todo el dolor y la tristeza, podemos ver más allá y es que una tragedia como esta nos da muchas oportunidades por ilógico que parezca.

 En primer lugar, nos da otra perspectiva de la vida y saber que somos vulnerables, que somos frágiles que la vida se puede acabar en cualquier momento y en cualquier circunstancia, a veces nos sentimos intocables y esto nos llena de orgullo, debemos entender que hoy estamos, mañana, sólo Dios lo sabe.

En segundo lugar, lo que podemos aprender es a valorar a nuestros seres queridos especialmente a nuestra familia, hoy son muchas las familias donde el luto es el acompañante, no sólo porque perdieron a un familiar sino a varios. Conocí el caso de una familia que estaba compuesta por 40 miembros y 15 de ellos fallecieron. No podemos esperar a una tragedia para unirnos como familia y expresarnos el cariño y el amor.

En tercer lugar, creo que una tragedia como esta nos permite estar más sensibles a buscar y acercarnos a Dios. Lamentablemente el ser humano desde la creación le ha dado la espalda y ha vivido su existencia bajo sus propias leyes y gobierno, el sufrimiento es una buena excusa para acercarse más a Aquel que está dispuesto a consolarnos.

 En cuarto lugar, creo que la tragedia es una buena oportunidad de sacar lo bueno en nosotros; pero lamentablemente la tragedia también a veces saca lo malo sin lugar a dudas. Lo bueno sería volvernos más sensibles ante la necesidad y actuar en favor del necesitado, estar unidos, compartir con el que no tiene, ser agradecidos porque posiblemente nuestra realidad ante esta tragedia es más dichosa que la de otros, lo malo es cuando nos volvemos mezquinos, fríos e indiferentes.

 Como cristianos no deberíamos esperar estas tragedias para orar constantemente e intensamente por esta nación y por sus habitantes, para recoger víveres y llevarlos al lugar donde hay necesidad.

Por último, lo que he aprendido y visto en mi experiencia ante estas situaciones es que aún de las cenizas Dios puede levantar una nación y de los escombros levantar nuevas bases, no sólo de concreto sino de escala de valores.

El Ecuador está herido, pero no muerto; está triste, pero no solo ni desamparado; está desesperado, pero no sin esperanza. Con la ayuda de Dios y todas las manos que se unan a trabajar por este hermoso país, ésta será sólo una más de las historias de héroes anónimos que se contarán las futuras generaciones, de la fuerza y el corazón de una nación que se levantó de una tragedia.  Pero también de la fidelidad de Dios, de la solidaridad humana, del día donde todos nacionales y extranjeros tuvimos una sola bandera.



¡Dios bendiga al Ecuador!

Gerardo Yánez

Pastor  y Teólogo

lunes, 1 de febrero de 2016

Abuelos Castradores

                       
                                        
Desde hace algunos meses viene dándome vueltas en la cabeza este tema de los padres que hacen todo por sus hijos adultos, sin darse cuenta del mal que les hacen, no solamente a ellos sino también a sus nietos. Por eso decidí escribir esto.

¿Qué es un "Abuelo Castrador"? Son esos padres que con el buen deseo de "apoyar" a sus hijos "en todo" los malcrían como padres; los incapacitan para desarrollar su labor paternal; les niegan la oportunidad de crecer y de hacerlo por su propia cuenta... En fin, los castran.

Estos hijos son castrados como personas en primer lugar porque no son capaces de tomar decisiones por sí mismos si papi y mami no están de acuerdo o no tienen participación en la decisión. 

También son castrados como hijos porque nunca pueden ser lo que sus padres anhelan, justamente por esta sobreprotección no tienen la fortaleza suficiente para luchar por lo que quieren y honrar verdaderamente a los padres, sino más bien lo que hacen es "darles gusto".

Estos hijos son castrados también como padres porque están bajo la sombra de sus propios padres, siempre. No son capaces de crecer como padres y tomar su responsabilidad como tal porque papá y mamá "siempre están ahí". Están ahí cuando se quieren ir de farra y seguir con su vida de solteros, están ahí cuando tienen que acompañar a sus hijos en momentos trascendentales y no saben cómo actuar, momentos como: primera menstruación; conversaciones sobre sexo; eventos de la escuela o colegio; noviazgo prematuro; conversaciones de temas relevantes, etc. Siempre son los abuelos los que responden, los que escuchan, los que actúan. Y aunque este es un gran apoyo, es más dañino de lo que parece. De esta forma están castrando a sus hijos como padres al quitarles la responsabilidad de crecer junto con sus hijos.

Algunos padres creen que ayudan a sus hijos cuando no se hacen responsables de sus propios hijos y son los abuelos los que ponen la cara por ellos; los que dan el dinero; los que negocian; los que sacan de su bolsillo para resolver lo que sus irresponsables hijos deben hacer. Y así tenemos por todo lugar mujeres adultas que son incapaces de cuidar a sus propios hijos, porque han sido sus propios padres los que han llevado la carga. Tenemos hombres irresponsables que se dedican a la bebida, a la droga o a andar de mujer en mujer porque sus propios padres le castraron, le negaron la oportunidad de ser adulto, de ser responsable, de ser padre. 

Hay padres que tienen que afrontar la difícil prueba de un embarazo en sus hijos adolescentes. Y se han visto extremos totales: unos que los corren de la casa y otros que crían a sus nietos asumiendo toda responsabilidad. Y este último lo único que provoca es que sus hijos ahora padres, traigan más hijos a casa para que sus abuelos los críen y los mantengan; esto sucede porque a ellos no les cuesta nada. No los cuidan porque siguen en sus clases en colegio privado como si nada; no los mantienen porque siguen siendo ellos mismos mantenidos; no los crían, porque tienen criadores privados de gratis: los abuelos castradores. 

Y por último, tengo que decir que lastimosamente los hijos de los castradores, también son castrados como cónyuges. Porque nunca rompen el cordón umbilical, siempre están en total dependencia con sus padres y esto no le permite adquirir responsabilidades en su propio hogar. No le tienen miedo al divorcio porque papá y mamá estarán ahí si el cónyuge le deja o se cansa. La mayor parte de abuelos castradores tienen serios conflictos en sus propios matrimonios porque no han aprendido lo que es la verdadera responsabilidad, ni la han inculcado a sus hijos.

Muchos padres reciben a sus hijos casados con gozo en sus casas cuando deciden irse de su propio hogar y abandonar a sus hijos y a su cónyuge. Esto es el peor daño que le puede causar al matrimonio de sus hijos. "El casado casa quiere" dice un conocido refrán. Aconseje a su hijo o hija, tómense un café juntos hasta calmarse; pero devuélvalo a su hogar, devuélvalo a afrontar su responsabilidad y sáquelo de sus faldas. Si no lo hace, le tendrá continuamente ahí metido una y otra vez, hasta acabar su matrimonio y con su propia vida por irresponsable. 

Quizá para muchos mis palabras sean muy fuertes; pero son cosas que veo todo el tiempo. Cuando le comenté a alguien que quería escribir este artículo, me preguntaron ¿Por qué no padres castradores en lugar de abuelos? Y es que yo pienso que un padre castrador no solamente hace daño a sus hijos, sino también a sus nietos; pero también a todos los que están alrededor de ellos. La misma gente lo nota y se cansa de tanta irresponsabilidad de parte de los hijos castrados. 

Una forma fácil de evaluar si hemos caído en este error, es analizarse en las siguientes preguntas:
- Si usted es abuelo pregúntese: ¿Pueden mis hijos vivir sin mí? ¿Puedo alejarme un poco de la vida de mis hijos y vivir mi propia vida sin que se resientan? ¿Puedo tomar decisiones en mi tiempo y en mi dinero sin afectarles a ellos? ¿Podrían mis hijos cumplir con todas sus responsabilidades sin mi ayuda?

- Si usted es padre de familia pregúntese: ¿Podría vivir mi vida normalmente y sin problemas sin el apoyo de mis padres? ¿Podrían mis hijos crecer normalmente sin la ayuda de mis padres? ¿Podría tomar decisiones solamente con mi cónyuge o por sí solo en cualquier área de mi vida? ¿Puedo asumir todas mis responsabilidades como padre y como cónyuge sin la ayuda de mis padres?

Si la respuesta a la mayoría de estas preguntas es no, usted está en el dañino error al que yo llamo "castración familiar". En donde los abuelos les dan todo a sus nietos, menos unos buenos padres. En donde las relaciones se vuelven enfermizas y los niños crecen sin el amor verdadero y sin el ejemplo de padres esforzados y responsables. 

¡No me mal interpreten por favor! No digo que los abuelos tienen que desaparecer, más bien la labor de ellos es muy importante en el sano crecimiento del niño. Lo que digo es que los abuelos no pueden hacer el papel de padres, por muy buenos que sean. Nadie puede ocupar el lugar de un padre o una madre. Cuando los abuelos se interponen, eso es lo dañino.

Un día no estaremos como padres para resolverles la vida, lo único que quedará en ellos es el daño de no saber cómo hacer las cosas porque mamá y papá nunca le enseñaron, siempre las hicieron por ellos. Lo que quedarán serán hombres y mujeres incapacitados para ser hijos, padres y esposos. 

Aunque como padres pasemos por dificultades de todo tipo, eso nos enseña a arreglárnoslas de alguna manera, nos enseña a crecer; nos enseña a madurar, a ser responsables y a luchar por nuestra familia. El águila le enseña a sus aguiluchos a volar de una forma muy sencilla: los avienta al vacío. O se mueren o aprenden a volar. 

No les sirvamos a nuestros hijos de pilotos, enseñémosles a volar. Lo mejor que podemos darle a nuestros hijos son alas para volar por sí mismos.

Cinthya Jiménez de Yánez
Pastora y Consejera Familiar