Es muy común escuchar historias de cuánto
daño pudo haber recibido un hijo de sus padres. Es común oír a un hijo expresar
su dolor porque su padre o su madre le marcaron de forma negativa. Es común
escuchar frases como “mi madre me marcó con sus gritos” o
quizá “mi padre me dañó cuando se la pasaba horas trabajando y no estaba en
casa”.
La verdad es que como padres
tenemos una inmensa responsabilidad al criar a nuestros hijos. No es nada fácil
y siempre se ha dicho que los niños no vienen con instructivo incluido. Nos toca
aprender a ser padres a través de los errores, es en el camino que se aprende a
ser un buen padre o una buena madre. Lo cierto es que sí… los padres hemos
dañado a nuestros hijos. Probablemente les hemos marcado y les
hemos lastimado de por vida; pero ¿Qué de aquellos padres que han sido
heridos, lastimados y marcados de por vida en forma negativa por sus hijos?
Los padres callan cuando un hijo
les lastima. Una madre llora en soledad al sentirse humillada por sus hijos. Pocas
veces se escucha decir a un padre “Mis hijos me han lastimado”. Porque
los padres “deben” aguantar todo… al menos eso es lo que los hijos piensan. ¿Qué
pasa cuando un hijo les grita a sus padres y les hace sentir que todo lo que
han hecho no ha servido? ¿Qué pasa cuando una hija se va de casa con el vago
que sus padres le advirtieron que no frecuentara? ¿Qué pasa cuando un padre de
familia se esfuerza horas largas de duro trabajo para que sus hijos estudien, y
estos no valoran ese esfuerzo y reprueban una y otra vez? Todas estas cosas que
pasan en el día a día de las familias hieren a los padres.
Un padre y una madre también son
seres humanos. Muchas veces creen que están haciendo mal su trabajo como padres
y es necesario que sus hijos les digan de vez en cuando “Papi, mami, gracias por todo
lo que haces por mí”. También los hijos deben pedir PERDÓN a los
padres cuando les han gritado, cuando no han valorado su esfuerzo, cuando han
creído que los padres están en la obligación de darles o hacer todo cuanto los
hijos quieran, cuando la verdad es que los padres hacemos TODO POR AMOR.
Si tú eres un hijo que nunca se ha
puesto a pensar en cómo estará el corazón de sus padres, hoy te invito a
tomarte un momento para meditar, para reflexionar en cuántas veces has
lastimado el corazón de los que más te aman. Quizá nunca te has puesto a pensar
en si ese grito, esa actitud, esa mala cara lastimó a tus padres; pero la
verdad es que sí, sí los lastima tu actitud, tus malas miradas, tus palabras hirientes,
tu indiferencia. Un día ellos no estarán y si no los valoras sólo quedarán
remordimientos.
Ama a tus padres, pídeles perdón y
la próxima vez que quieras hacer un berrinche, piensa en cómo tu actitud podría
dañarles. Ellos quizá nunca te reprocharán ni sacarán en cara todo el esfuerzo
que han hecho para darte lo mejor. Siempre he creído que, si los hijos
recordáramos nuestros primeros 5 años de vida, seríamos hijos más agradecidos,
más conscientes, más amorosos. Por eso es que se dice que uno aprende a ser
buen hijo cuando se convierte en padre o madre, porque hasta ahí nos damos
cuenta de todo el sacrificio que conlleva la paternidad.
Aunque los hijos griten a los cuatro vientos el daño que sus padres les
han hecho, un padre o una madre guardará silencio ante el dolor provocado por
sus hijos, solo por amor.
“Honra a tu padre y a tu madre, que
es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga
vida sobre la tierra.” Efesios 6:2, 3
Cinthya Jiménez de Yánez
Pastora y Consejera Familiar