miércoles, 22 de mayo de 2013

¡Es hora de lavar los platos!


Después de una deliciosa comida hecha en casa ¿A quién le gusta lavar los platos? ¡A nadie! En cada familia ese es el quehacer que todos tratan de evitar; sin embargo ¡hay que hacerlo!

Mientras yo cumplía con esa tarea hogareña Dios trajo a mi mente que necesito ir delante de Su presencia y permitirle que me limpie y me lave una y otra vez... Y sin importar lo sucia que esté, ni lo pegadas que tenga mis malas actitudes, con amor me limpia y me deja como nueva ¡lista para ser usada por Él una vez más!

A nadie le gusta usar platos sucios, nos gusta que siempre haya utensilios limpios en la cocina para utilizarlos. Así es nuestro Dios, pide de nosotros que estemos limpios para ser usados en su obra; pide utensilios que hayan pasado el proceso de limpieza en donde, si se lo permitimos, nos quitará todo lo malo que se nos ha pegado. Dios puede limpiarnos del egoísmo, del rencor, de hábitos pecaminosos, en fin. ¡Él es el mejor detergente para nuestras almas! Isaías 1:18 y 19 dice: "Vengan ya, vamos a discutir en serio, a ver si nos ponemos de acuerdo. Si ustedes me obedecen, yo los perdonaré. Sus pecados los han manchado como con tinta roja; pero yo los limpiaré. ¡Los dejaré blancos como la nieve!”. 

El deseo de Dios es que vivamos vidas limpias delante de Él para que podamos ser vasos útiles en sus manos ¡Él no usa desechables! ¡Te quiere usar a ti... no importa lo sucio que estés en este momento, quiere limpiarte y usarte para Su gloria!

Así que tanto mujeres como hombres (¡porque los hombres de Dios también lavan platos! Amén…) la próxima vez que te toque realizar esta inevitable tarea hogareña, observa el proceso de limpieza y pídele al Señor que haga lo mismo con tu vida. 

¡Es hora de lavar los platos!

“Quítame la mancha del pecado, y quedaré limpio. Lava todo mi ser,
y quedaré más blanco que la nieve.” Salmo 51:7 (TLA)


Cinthya Jiménez

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